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Profesión u oficio: estudiante

  • comunicacioninterg
  • 24 oct 2019
  • 5 Min. de lectura

Estudiante 1: Una voz aguda resuena a lo largo del auditorio, la cual anuncia con seriedad: Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Claudio Meléndez; acto seguido suenan los aplausos ensordecedores, el nombrado se levanta de su lugar, sube al estrado y al momento de iniciar el protocolo de su graduación, vienen a su mente decenas de imágenes comprimidas en un instante: las veces que corrió bajo la lluvia para alcanzar el bus que lo sacara de la Universidad de San Carlos y lo llevara hasta su casa en Villa Nueva; o las de sus andares universitarios, donde vivió toda clase de experiencias, como la del primer año cuando se intoxicó tras beber licor artesanal durante una festividad de la facultad; o esa ocasión cuando la presión de grupo lo llevó a volar entre pensamientos y humo, terminando maltrecho y jurando nunca más volverlo a hacer; o la vez en que tuvo que cooperar para ofrecerle el licor más fino al catedrático de turno para pasar la clase; y cómo olvidar cuando ya siendo estudiante acreditado, votó por aquel futuro decano que le ofreció benevolencia en sus exámenes privados… Conquistar la Facultad de Derecho se había convertido en su pesadilla y al mismo tiempo su gran meta; siempre tuvo como objetivo primordial graduarse como abogado y notario, título que lo catapultaría hacia el éxito. Todo -tanto lo correcto como lo incorrecto-, lo había hecho con esa finalidad: el título, el orgullo de ser llamado licenciado. Recorrió el camino que debía recorrer, quedó bien con quien tenía que quedar bien y escaló por donde dictaban los cánones, para lograr la gloria representada en un cartón y muchos papeles verdes que luego acomodarían a placer el futuro. El estudiante había logrado su cometido, su “razón de ser” se había consumado.


Estudiante 2: El choque de las copas de champán provoca un exquisito sonido, es el sonido del triunfo, la algarabía del deber cumplido; las risas y la alegría resuenan en aquel chalet de lujo, donde Gerardo y su exclusivo círculo de amigos celebran el título de administración de empresas. El paseo de los últimos años en la Universidad Francisco Marroquín también incluía, gracias a algunos cursos extra y una onerosa matrícula, una maestría en economía internacional, la cual serviría como carta de presentación para hacerse cargo de alguna de las ya añejas empresas familiares. La celebración es el preámbulo al viaje por toda Europa que luego hará junto a su novia, viaje programado como parte del festejo por el triunfo obtenido. Siempre fue un estudiante distinguido, entre sus variadas actividades extracurriculares se pueden mencionar el haber sido presidente de la asociación de estudiantes, o el haber representado a los suyos en Alemania durante un congreso de economía y negocios, o también cuando visitó la sede del Banco Mundial de Desarrollo en una conferencia de economía, todo esto gracias al peso de los generosos aportes hechos tradicionalmente por su abuelo, quien por décadas había sido uno de los mayores inversionistas de la universidad. Para Gerardo, los años universitarios fueron una muy grata experiencia, nunca tuvo que trabajar porque nunca lo necesitó, en ningún momento se dio cuenta que era parte de ese privilegiado 1% de personas en Guatemala con acceso a la educación superior, de hecho, la Guatemala que él conoce es muy distinta a la Guatemala que conoce la mayoría de sus más de 16 millones de habitantes; lo más seguro es que sin haber obtenido título alguno, igual hubiera llegado a manejar cualquiera de los prominentes negocios de la familia; pero en su linaje, la tradición es más fuerte, y al igual que su papá, sus tíos o sus primos, debía, sin qué ni para qué, cumplir con el requisito de ser estudiante, ser egresado de la “Marro” y continuar con el legado de aquellos que quieren seguir “engrandeciendo Guate”.


Estudiante 3: Un cartel que dice Tesorería le indica a Marta que ha llegado a su destino, le toca hacer fila –quizá la última como estudiante- para tramitar la boleta de pago por “cuota de graduación”, requisito para recibir el título que la acreditará como visitadora médica egresada de la Universidad Mariano Gálvez de Guatemala. Las vueltas de la vida le habían impedido estudiar psicología en la USAC, pero la facilidad del horario sabatino y una cuota “no muy alta” fueron alicientes para tomar esta segunda opción. El tiempo como estudiante universitaria le había parecido inesperadamente rápido, desde hacía ya 5 años había aprendido a medir el tiempo en trimestres, y casi sin darse cuenta, los viernes en la noche le llegaban advirtiendo que aún tenía pendientes y que debía de apurar el paso para madrugar el sábado y estar puntual en clase. Había hecho más compañeros que amigos durante su estadía en las aulas, ya que la premura siempre la tenía más ocupada en lo urgente que en lo importante; de hecho, durante ese último lustro poco le había importado el resto del mundo, vivía para trabajar, pagar sus cuotas de colegiatura, hacer tareas y estar atenta a la información que recibía cada sábado por parte de sus catedráticos; el mundo afuera de eso, no existía. Siempre había llegado al sábado en la tarde prometiéndose a sí misma empezar con nuevos bríos la siguiente semana, jurando no volver a pecar utilizando el copy-paste en las tareas, o comprometiéndose consigo misma a dar algo mejor de sí para que el dinero invertido en su educación no fuera en vano. Así se le había ido el tiempo, cada sábado se había cumplido un ciclo nuevo y siempre con la misma sensación: pude haberlo hecho mejor, pude haber dado más, y sin embargo, el poco esfuerzo, el trabajo mediocre y la indiferencia –voluntaria o involuntaria- de alguna manera habían alcanzado para lograr el objetivo. Ver su nombre impreso en un listado la había convertido en estudiante, la exposición semanal (leyendo mecánicamente algunos apuntes o proyectando un video de youtube) había hecho constar que cursaba una materia, y ahora cumplir con los pagos y papelería de graduación harían de ella una profesional. Había sido estudiante y ahora sería egresada, y ella, mejor que nadie, sabría de qué estaba hecha y para qué se había preparado en la vida.


Profesión u oficio: estudiante. Tres relatos distintos que retratan a tres estudiantes universitarios guatemaltecos de la actualidad, estos se caracterizan por ser indiferentes, mediocres y acomodados; lejos de parecerse a aquellos que en algún momento han sido parte fundamental de la historia de nuestro país. El autor no pretende juzgar ni señalar, mucho menos hacer una reflexión para venir a decirnos cómo es que hay que vivir; la reflexión la hará a lo interno todo aquel que se sienta identificado o aludido en algún pasaje de la lectura, y encuentre en sí mismo esa indiferencia, mediocridad o acomodo que muestran los personajes; a partir de ahí cada cual debería entender que no hay excusa que valga, que se puede ser mejor estudiante o mejor persona.


Escrito por: Julio Albizurez.

Revisión: Dulce López y Daniel López.



 
 
 

4 Comments


Gabriela García
Gabriela García
Nov 23, 2019

La mayoría de la gente se mueve por el dinero, no por lo que realmente le gusta hacer y eso los lleva a la mediocridad.

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ANDREA SOFIA LOPEZ MEJIA
ANDREA SOFIA LOPEZ MEJIA
Oct 26, 2019

En mi opinión si no nos gusta lo que hacemos terminaremos siendo mediocres, en la vida tenemos que aprender a conocernos y trabajar por eso que nos mueve.

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Gerson González
Gerson González
Oct 26, 2019

Todos tenemos la capacidad de cumplir nuestros sueños, pero todo tiene un precio; la pregunta sería: ¿Estaríamos dispuestos a pagarlo?

La palabra ‘precio’ tiene muchas connotaciones pero concuerdo con la parte del texto en donde menciona que las reflexiones son internas y cada uno conoce y reconoce lo que es.

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Jasmin Caceros
Jasmin Caceros
Oct 25, 2019

Que excelente relato. Debemos elimnar la mediocridad de nuestra vida. Porque solamente así, podremos ser profesionales dignos y merecedores de nuestros títulos.

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